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LA PIEDRA DEL MEDIODÍA

Hipatia.

Hipatia.

Hipatia de Alejandría fue, sin duda, una de las primeras mujeres en la historia que contribuyó al desarrollo de las matemáticas. Nació en Alejandría, Egipto, en el año 370 de nuestra era y murió en esa misma ciudad en el 415.

De la madre de Hipatia no se tiene ninguna noticia pero se sabe que su padre, a quien ella adoraba, fue Teón de Alejandría, un ilustre filósofo y matemático de esa época y que fue el maestro de Hipatia desde pequeña. Teón fue, realmente, una excepción  para la época y permitió que su hija se convirtiera en astrónoma, filósofa y matemática, lo que era completamente inusual en un sistema en el que las mujeres no tenían derecho a la educación y sus vidas transcurrían en los espacios privados de sus casas, sus familias, sus amigas y de "las tareas femeninas".

Teón quiso que Hipatia fuera, dicho por él mismo: "un ser humano perfecto", y por ello vigiló muy de cerca la educación de su mente y de su cuerpo. Cuentan los biógrafos de Hipatia que desde muy temprano dedicaba varias horas al ejercicio físico, después tomaba baños que la relajaban y le permitían concentrar la mente para dedicarse el resto del día al estudio de las ciencias, la música y la filosofía. Al parecer este riguroso entrenamiento consiguió su objetivo pues a decir de Sócrates Escolástico, historiador de Hipatia 120 años después de su muerte: "la belleza, inteligencia y talento de esta gran mujer fueron legendarios, superó a su padre en todos los campos del saber, especialmente en la observación de los astros".

Teón trabajaba en el Museo, institución dedicada a la investigación y a la enseñanza que había sido fundada por Tolomeo, emperador que sucedió a Alejandro Magno, fundador de la ciudad de Alejandría. El Museo tenía más de cien profesores que vivían ahí y muchos más que asistían periódicamente como invitados. Hipatia entró a estudiar con ellos y aunque viajó a Italia y Atenas para recibir algunos cursos de filosofía se formó como científica en el Museo y formó parte de él hasta su muerte, llegando incluso a dirigirlo alrededor del año 400.

Hipatia se dedicó, durante veinte años, a investigar y enseñar Matemáticas, Geometría, Astronomía, Lógica, Filosofía y Mecánica en el Museo. Ocupaba la cátedra de Filosofía platónica por lo que sus amigos y compañeros la llamaban "la filósofa". Ganó tal reputación que al Museo asistían estudiantes de Europa, Asia y África a escuchar sus enseñanzas sobre "la Aritmética de Diofanto" y su casa se convirtió en un gran centro intelectual.

Citando nuevamente a Sócrates Escolástico: "consiguió un grado tal de cultura que superó con mucho a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotinio, explicaba todas las ciencias filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien deseaba pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba (...) pero además de saber filosofía era también una incansable trabajadora de las ciencias matemáticas".

Escribió varios documentos, entre ellos, Sobre el Canon Astronómico de Diofanto donde se habla de ecuaciones de primero y segundo grado. Creó el astrolabio y la esferaplana. Inventó un aparato para el agua destilada con dos funciones: medir el nivel del agua y determinar la gravedad específica de los líquidos. Más tarde se le llamó aerómetro o hidroscopio. Nunca se casó.

Hipatia se convirtió en una de las mejores científicas y filósofas de su época, gran erudita, poseedora de un conocimiento que los cristianos identificaban con el paganismo y que, por tanto, perseguían.

Los cristianos quemaron y destruyeron todos los templos y centros griegos, persiguieron a todos los académicos del Museo obligándolos a convertirse al cristianismo si no querían morir. Hipatia se negó. Se negó a convertirse al cristianismo, se negó a renunciar al conocimiento griego, a la filosofía y a la ciencia que durante más de veinte años había aprendido y enseñado en el Museo. En la cuaresma (mes de Marzo) del año 415, acusada de conspirar contra Cyril, el patriarca cristiano de Alejandría, fue asesinada. Un grupo de cristianos enardecidos la encontraron en el centro de Alejandría y, dejando hablar a Sócrates Escolástico: "la arrancaron de su carruaje, la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo ...".

Al asesinar a Hipatia asesinaron a una mujer, a una matemática y filósofa, la primera en la historia y la más notable de su época; pero no pudieron asesinar el pensamiento filosófico y matemático griego.

Ana Roncero.

Ávila, 25/4/2.003.

Notas para una conferencia proponiendo la creación del "Foro de Mujeres Hipatia", el V.25/4/03.

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Homenaje a las mujeres.

Homenaje a las mujeres.

A todas las mujeres, a las madres de postguerra, a esas madres, trabajadoras incansables, que nos enseñaron a amar la vida, aunque la vida, a veces, sea poco amable.

Tengo para mí que amar lo pequeño es importante y también saber apreciar y saborear los pequeños detalles de las cosas, porque, como decía Tales de Mileto “las cosas están llenas de dioses”.

Por eso voy a contaros lo importante que me parece este mes de Marzo. Me lo enseñaron las violetas silvestres que salen a hurtadillas en el campo, ocultas entre las yerbas, luchando por surgir de la tierra que presiente la cercana primavera, al abrigo de las piedras y mirando hacia el sol de la tarde.

Eran (son) diminutas y había que buscarlas con ahínco porque se escondían como los niños cuando sienten vergüenza. Descubrirlas y enamorarse de su dulzura era instantáneo: sus hojas menudas y brillantes y ellas en el centro llenas de chispas trémulas de gotas de rocío.

Aparecían las primeras, las más bellas flores de los Marzos de mi infancia, para que mi madre y tía Juana cogiesen sus ramilletes y los cambiasen a las macetas de barro del patio donde estarían presas. Pero ellas, porque sólo ellas pueden hacerlo, se resistían a prender en otra tierra que no fuese la que habían elegido para nacer. Aún así, alguna se amansaba y brotaba el próximo Marzo en su cárcel de maceta, pero no tenía el brillo, ni el esplendor, ni el color de sus rebeldes compañeras, orgullosas y felices de su resistencia.

A pesar de todo, no puedo evitar seguir cogiendo algunas todos los marzos en que, al abrigo de los sauces de El Soto, aparecen a montones. Pero ellas, siguen amando su libertad por encima de todas las cosas de este mundo imperfecto (aunque digan lo contrario los anuncios de la tele y las propagandas).

En estos días de homenajes a las mujeres, estas mujeres de postguerra se merecen más que nadie ese reconocimiento porque fueron a un tiempo abnegadas, humildes, libres y orgullosas, rebosantes de amor para sacarnos adelante y también para apreciar los detalles más pequeños, como la belleza y fragilidad de las violetas silvestres.

Hay que reivindicar los derechos de todas las mujeres del mundo, pero hay que pensar, más que en ninguna otra, en las más humildes, en las más golpeadas, en las que resisten las embestidas de estos días malos para los sueños porque tienen hambre física y hambre de libertad y de justicia para sus hijos.

Estoy hablando ahora de las mujeres iraquíes, nigerianas, etíopes, saharauis, palestinas … que, a pesar de su tragedia, les siguen enseñando a sus hijos el amor a la vida y a la libertad, el orgullo de estar vivos mientras dure la vida.

Que nunca nos olvidemos de enseñar a nuestros hijos, para que ellos se lo enseñen a sus hijos, a apreciar el olor de la hierba y del aire limpio y el color de las pequeñas, diminutas, escondidas, pero llenas de dioses, violetas silvestres.

Ana Roncero.

Ávila, 7/3/2.003.

Publicado en Ávila Red el 10/3/2.003.

La imagen está en www.the-wallpaper.net/


 

El cielo y la tierra.

El cielo y la tierra.

Acabo de oir al Papa y me ha dejado estupefacta. Ya había barruntado yo que, algún día, sus decisiones iban a resultar un auténtico cataclismo. No lo pensé dos veces, me puse el traje azul de las fiestas, busqué aquel misal antiguo con la misa en latín que tiene en el centro la estampa del fin del mundo y unas clavellinas azules del mes de mayo que ella acostumbraba a dejar secarse entre los libros, y me fui a visitar a mi tía Obdulia. Mientras caminaba, pensé que no llevaba el velo, pero me tranquilicé pensando que ahora no se le daba a eso tanta importancia. Cuando llegué, su cara apergaminada me mostró su mueca más incrédula y conspicua.

- ¿Sabes, tía, que el Papa ha dicho hace poco que ya no hay purgatorio, luego que ya no había limbo y que, hoy mismo, ha anunciado que tampoco existe el cielo? ¡Menos mal que bailé, reí y disfruté todo lo que pude sin seguir tus pasos ni tus sabios consejos! ¡Porque tú ahora, entonces, no sé dónde andarás! Así que adiós muy buenas, tía, y a mí ¡que me quiten lo "bailao"!

Dejé el misal, con la estampa del fin del mundo y las flores secas, encima de la lápida y me volví para seguir viviendo sin lacras, encantada de que fueran las propias palabras de un Papa las que me hubieran devuelto, ¡al fin!, la libertad.

Ana Roncero.

El terror que no cesa.

El terror que no cesa.

Ocho y media de la tarde del 13 de Enero de 2.003: gira una vuelta más la rueda del terror cotidiano (menos mal que España iba bien) y la quinta mujer, en lo poco que va de año, cae asesinada por su marido, ex marido, compañero ex-sentimental, yerno, etc. ¡Qué fatalidad! ¡Eso es que eran muy malas y se lo merecían! ¡Las mujeres … ya se sabe!¡Cómo somos!

 

La escalada sigue y en esta guerra no hay treguas navideñas hasta después de Reyes ni nada parecido. Para más INRI, este fatídico día 13 la rueda del terror ha girado dos veces y se ha llevado a la tumba a dos mujeres más. Más de lo mismo, como os decía en mi anterior artículo.

 

No eran personas conocidas, eran gente corriente como tú y como yo, pero estaban amenazadas y, sin embargo, no llevaban guardaespaldas. Eran mujeres, ¿fue ese su “delito”?

Por si fuera poco, estos asesinatos han ocupado espacios secundarios en los medios de comunicación porque las noticias más importantes están reservadas a la propaganda electoral sobre el endurecimiento de las penas que tendrán que cumplir determinados delincuentes y terroristas, pero que no se les va a aplicar a los asesinos de la violencia de género sino sólo ligeros parches y sucedáneos.

 

Pero ¿qué va a pasar con los hijos y familiares de estas víctimas? ¿Quién hará justicia a tantos inocentes? ¿Quién asumirá las indemnizaciones de los energúmenos insolventes que campan a sus anchas con sus uniformes de seres normales? Algunos serán detenidos, se garantizará escrupulosamente sus derechos ciudadanos, tendrán juicios justos y amables, se les condenará (cuando así resulte) con benignidad y con todas las atenuantes posibles, serán recluidos en cárceles (en las que se portarán como buenos chicos) de las que saldrán en muy poco tiempo rodeados de la comprensión y el cariño de algunos sectores sociales porque sus víctimas se lo merecían o, a lo sumo, porque son pobrecitos desequilibrados, algunos de los cuales vuelven a asesinar cuando salen (o incluso durante permisos de fines de semana). Y los que no vuelven a asesinar, cuando se reintegran a la sociedad, como no se les ha retirado la patria potestad sobre sus hijos (que también son los hijos de su víctima), ven materializado su derecho a volver a verles periódicamente, a veces contra el derecho de los niños de no tener que volver a ver al asesino de su madre.

 

En cambio ellas, las mujeres asesinadas, las verdaderas víctimas, a pesar de la locura semántica e interpretativa que a veces nos invade, estarán en su pequeña cárcel eterna y olvidada en cualquier cementerio perdido sin haber podido recibir justicia. Su todopoderoso amo la ha juzgado, condenado y ejecutado de forma implacable, sin las pruebas, sin las garantías, sin los atenuantes, sin la misericordia de las que después él disfrutará.

 

Quiero, exijo, pido desde aquí justicia para las víctimas de la violencia de género y sus hijos. Y pido también que, entre todos, terminemos de una vez con la “comprensión social” que viene rodeando a estos terroristas (acosadores incluidos).

 

Acabo de leer unas declaraciones de Ana Botella, una mujer por cierto comprensiva con un acosador ponferradino, grande de España por su linaje (según ha dicho el hijo de un reciente duque de nuevo cuño). En estas declaraciones, dice que los homosexuales no son buenos padres adoptivos porque según fuentes científicas no están capacitados para dar educación y amor y, al final, en dos frases, hablaba de la violencia doméstica.

 

Mire usted, señora, que yo haya oído, ni un solo homosexual está implicado en malos tratos ni asesinatos de violencia de género, pero además le digo que si yo fuera hijo de las mujeres asesinadas por sus maridos, exmaridos, compañeros, excompañeros, etc., preferiría tener a homosexuales como padres antes que a asesinos padres machotes, que son los que sobran en una sociedad sana y democrática como la que debemos construir.

 

Las mujeres no comprensivas y hartas de esta lacra, reivindicamos que este fenómeno sea equiparado al terrorismo y sea perseguido, condenado y cumplido con sus mismas características y no siga siendo considerado como un puñado más de muertes anuales.

 

Ana Roncero.

 

Ávila, 16/1/2.003.

 

Publicado en Ávila Red el 20/1/2.003.

 

La vida vencerá (también en Navidad).

La vida vencerá (también en Navidad).

Blas de Otero en:

webs.demasiado.com/ltamargo/bdotero01.html

En nuestro occidente llamado "cristiano" la Navidad es una fiesta de alegría y buenos deseos (más o menos forzados y ortopédicos) aunque, en realidad, a muchos nos produzca más pena que gloria; y si no, que se lo pregunten a los gallegos.

Debemos de tener en cuenta que para cerca de 4.000 millones de personas en todo el mundo, esta fiesta nuestra (que, sin embargo, marca el fin de un año y el comienzo de otro en casi todo el planeta), no significa nada. No me refiero a los chinos, los hindúes, japoneses, africanos o judíos. Sólo voy a recordar en estas fechas a los 1.200 millones de munsulmanes y dentro de ellos a los 400.000 saharauis de uno y otro lado del muro marroquí "defensivo", y dentro de ellos a los 200.000 saharauis de los campamentos de refugiados de Tinduf, y dentro de ellos a los 50.000 niños y niñas a los que, sin ser cristianos, les gusta mucho el turrón español pero que ahora mismo no tienen ni patatas para sembrar ni para recoger ni para comer. Ni patatas ni casi nada y, encima, han visto reducida su dieta al 20% de lo ya de por sí poco que comían allí.

Es decir, que están pasando hambre aunque sus madres se quiten de comer ellas para darles un poco más. Pero es que un poco más de casi nada sigue siendo muy poco.

No puedo dejar de recordar todo lo que en nuestro primer mundo despilfarramos y lo tontos e importantes que nos ponemos en casi todo y por todo cuando, no hace tanto, éramos un país de postguerra y emigración del que teníamos que salir para poder trabajar y comer y salir adelante. Y más adelante tuvimos que compaginar la emigración con los pluriempleos, también para poder salir adelante.Por eso soy partidaria de la recuperación de la memoria histórica en todos los sentidos, también en éste de recordar para que no nos vuelva a pasar lo que nos pasó ni tener que volver a pasar por lo que pasamos.

Para que no nos pase nunca lo que a los saharauis, que les echaron de su tierra y de sus casas hacia el desierto más cruel y ahora pasan cada vez más hambre.

 

Tampoco puedo olvidar en estas fechas a las mujeres maltratadas para las que la Navidad es un poco más del mismo terror cotidiano o, en el mejor de los casos, una breve tregua.

Pero no quiero terminar así con tanta amargura y desesperanza como la realidad parece empeñada en transmitirnos. Yo quiero pensar que, entre todos, podemos ayudar a suavizar el dolor y el hambre del mundo (de todos los mundos de este mundo). Porque, como dijo Blas de Otero en uno de sus magníficos poemas:

“Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré como un anillo al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra”.

Y yo pienso que por muy terrible que sea la realidad algunas veces, la vida vencerá, estoy segura.

Ana Roncero.

Ávila, 17/12/2.002

Publicado en Ávila Red el 18/12/2.002.

 

La violencia contra las mujeres.

Hoy lunes se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es cierto que estas conmemoraciones no evitan ni resuelven los problemas, pero quiero pensar que, al menos, nos recuerdan que están ahí, que siguen ahí, y que todos debemos hacer algo para solucionarlos.

Por desgracia, hay también más maltrato en el mundo: contra los niños, contra los ancianos, en las guerras, en las catástrofes ..., pero el 95% del maltrato total se produce contra la mujer, y, de éste, un 83% se produce por parte de sus parejas o ex-parejas matrimoniales o de hecho y de sus padres, hermanos o familiares más cercanos.

El machismo, la discriminación y la desigualdad de las sociedades patriarcales (perpetuados a través de la educación y la cultura) que consideran a la mujer y a los niños como meras propiedades que se pueden golpear, vejar, vender, usar y tirar, son algunas de las causas principales de la violencia de género.

La lacra social que supone este maltrato contra las mujeres es especialmente dramática y dolorosa y nos afecta a todos. No sólo por el número de los intolerables asesinatos y su secuela de humillación y tortura física y psíquica contra personas, sino también porque destruye la dignidad y la autoestima de las mujeres que la sufren y eso destruye la dignidad de todos los seres humanos.

Este terrorismo de género que en España produce más víctimas que el terrorismo de E.T.A., debe ser erradicado y aislado socialmente para que no le queden reductos, santuarios, ni apoyos sociales como chistes, sonrisas o complicidades familiares o sociales de una mal entendida comprensión y acogida hacia los maltratadores, que son delincuentes que deben pagar sus delitos en la cárcel y también ser rehabilitados mediante programas y terapias de reeducación.

No voy contra todos los hombres porque hay muchos que son conscientes de esta movilización y trabajan codo con codo con nosotras. Tampoco voy a dar cifras de mujeres asesinadas porque una sóla mujer asesinada ya merece toda la lucha que seamos capaces de llevar a cabo contra este fenómeno criminal y degradante, pero sí voy a insistir en que es un problema social y público y reivindico las peticiones de la Red de Organizaciones Feministas contra la Violencia de Género que se resumen en:

1.- Exigir a los poderes públicos la aprobación de una Ley Integral contra la Violencia de Género.

2.- Poner de manifiesto la falta de aplicación y la tibieza, por parte de los Jueces y Tribunales, de aquellas normas legales dirigidas a proteger a las víctimas de Violencia de Género y a la sanción de sus agresores.

3.-Mantener el esfuerzo de visibilizar la Violencia de Género como un elemento estructurante de la sociedad actual, orientado a controlar a las mujeres para mantenerlas subordinadas.

4.- Exigir a los poderes públicos presupuestos transparentes y Programas con una duración mínima de tres años destinados a combatir la Violencia de Género.

5.- Evidenciar que corresponde al Estado la reparación como responsable civil subsidiario respecto del autor material de la Violencia.

6.- Instar a los poderes públicos a que su intervención institucional contra la Violencia no se limite a medidas paliativas y que se apliquen medidas preventivas que aborden la Violencia en sus múltiples formas, más allá de la Violencia física.

7.- Denunciar la falta de coordinación existente entre las instituciones, llamadas a erradicar la Violencia de Género, descoordinación que provoca la indefensión y victimización de las mujeres.

8.- Reivindicar en las distintas administraciones locales la optimización de recursos para evitar solapamientos y duplicidades en unos casos o la carencia de servicios en otros, fomentando el equilibrio de recursos por zonas territoriales.

En Ávila, desde Ávila, también podemos hacer y decir mucho contra este cruel terror social que, hasta que no terminemos con él, nos hace a todos menos humanos de lo que debemos aspirar a ser.

Ana Roncero.

Ávila, 25/11/2.002.

Publicado en Ávila Red el 30/11/2.002.

Contra olvido, memoria.

Contra olvido, memoria.

Caía la tarde de finales de julio y, para entonces, la mies estaba lista para la siega y los labradores empezaban a impacientarse por la falta de segadores de la hoz. Antes buscaron para la yerba los de la guadaña, pero sólo las cuadrillas de hurdanos segaban como nadie sin estropear la espiga.

 

Iban apareciendo, poco a poco, las familias de segadores: padres e hijos, ellos segadores, las mujeres jóvenes de atarinas, para ir atando los haces de mies.

 

Era un ir y venir a la plaza del ayuntamiento donde se sentaban a esperar al mejor postor para contratar la siega. Los ojos oscuros, la piel quemada, el cuerpo magullado por la batalla de la subsistencia. Ellos de pana con sombrero de paja, pañuelo de yerbas en el cuello y camisa de viscosa a rayas y abarcas (que sólo de pensar en el rastrojo entre los dedos de sus pies, me produce aún dolor). Las atarinas, menudas como cervatillos asustados, tapadas de arriba abajo, pañuelo a la cabeza, sombrero, largas faldas oscuras, medias para proteger sus piernas. Su equipaje era la miseria, los aperos de la siega, los dediles, la hoz y un costal con una muda para el mes, que las atarinas lavaban en cualquier arroyo a la vuelta de la jornada.

 

Líbrame, Señor, del olvido. No quiero perder la memoria. Estas escenas ocurrían en Castilla en 1.968, cuando París era una fiesta porque se reivindicaba la libertad en el mayo francés. En España llegamos tarde, pero llegamos, aunque a veces dude de haber llegado bien.

 

Castilla, entretanto, iba a los altos hornos, a las minas, a aquella Europa que nos tenía manía, a trabajar. La emigración era igual de triste que ahora, pero sin cámaras de televisión. De mi pueblo también teníamos que emigrar, pero en aquél momento éramos nosotros los que contratábamos a nuestros hermanos, los hurdanos, por cada fanega de tierra, dos panes, una hoja de tocino y una cántara de vino, la cena en casa del amo (qué palabra tan desagradable) y a dormir en el pajar repleto de heno. Las cinco de la mañana y, apenas salía el sol, a segar hasta que se ponía para sacar un jornal. Recuerdo la cuadrilla que segaba en mi casa, siempre venían los mismos: el padre y dos hijos varones más una hija, que era la atarina. Decía el padre que él prefería segar para los pobres porque los ricos les daban tocino rancio y un guiso de color indefinible con sabor a sebo. Nosotros éramos casi tan pobres como ellos. La atarina dormía con Modesta, la de tía Damiana y entre mi hermana y Modesta le hacían un vestido de flores de viscosa que estrenaba en la fiesta a la vuelta de la siega, al atardecer. Cuando llegaban a cenar a la casa, la atarina se lavaba y, con sus cabellos limpios, su tez clara (de tanto que la protegía del sol, para no quemarse), despertaba las miradas embobadas de mis hermanos y de los muchachos del pueblo, que les hacían los ojos chiribitas pensando en sus encantos. Pero allí estaban su padre y sus hermanos para preservar su virtud y quitar los pájaros de la cabeza a los mozos.

 

Unos pocos días en mi casa, otros pocos en los de labradores como nosotros, llenaban el mes de agosto para volver luego a su casa en las Hurdes con el jornal de la siega en el bolsillo. Como decía mi madre, todos somos errantes: pastores, vaqueros, segadores, jornaleros, labradores, obreros, campesinos, trabajadores.

 

Señor, no me dejes perder la memoria. Ni la histórica de un país, ni la social, para poder mirar de frente a todos los que aún tienen los ojos asustados. No quiero que nunca más se tenga que volver a utilizar aquél término terrible, “amo”, que hacía temblar a los segadores en pleno mes de agosto.

Ana Roncero.

La imagen es de la película "Los santos inocentes" de Mario Camus, 1.984, basada en la novela de Miguel Delibes.

A muchos abulenses nos gusta el teatro.

Entre las pocas alegrías culturales que tenemos los abulenses está el ciclo anual de teatro del que disfrutamos durante este mes de Noviembre, tras soportar, eso sí, vicisitudes e incomodidades para conseguir las entradas.

A mí me gusta el teatro, pero, afortunadamente, no soy la única. Por eso me dio mucha alegría ver cómo este sábado, a pesar del todopoderoso partido de fútbol del siglo Barça-Real Madrid, el teatro de Caja de Ávila estaba lleno para ver una magnífica obra de la compañía Teatro Meridional sobre el poeta Miguel Hernández.

Y confieso que este sábado me emocioné especialmente. Me emocioné por varias razones: por el contenido de la obra, por su gran interpretación, pero también por ver que, a pesar de competir con el mayor enemigo mediático de la cultura: el fútbol, a los abulenses nos gusta el teatro. Porque, insisto, en la futbolística noche del sábado 23 de Noviembre de 2.002, el teatro en Ávila estaba lleno. Lleno de personas mayores y de personas jóvenes, de mujeres y de hombres a los que no les gusta el fútbol, al menos no lo suficiente como para perderse este otro acontecimiento más modesto y minoritario, pero más vibrante, humano y enriquecedor.

Mayores y jóvenes, mujeres y hombres, unidos por unos gustos culturales, que nos merecemos un teatro municipal público y estable con un edificio permanente y céntrico, con una programación teatral continua, donde nuestros jóvenes grupos de teatro tengan su oportunidad y que, por enésima vez, lo pido, lo pedimos desde aquí y lo seguiremos pidiendo hasta conseguirlo.

No sólo para dejar de seguir siendo ciudadanos culturales de segunda con respecto al resto de capitales de Castilla y León y de España, sino porque, como se puede comprobar durante este graciable ciclo anual del mes de noviembre, a muchos abulenses nos gusta mucho el teatro. 

Ana Roncero. 

Ávila, 24/11/2.002

Publicado en Ávila Red el 25/11/2.002

 

La piedra del mediodía.

La piedra del mediodía.

En Agosto, cuando el sol quemaba, buscar la piedra del mediodía era ir a refugiarte bajo los pinos, pegado tu cuerpo y tu nariz a la verde hierba fresca, masticar algunas jugosas briznas si se habían agotado las manzanas que recogiste temprano, antes de salir, en tu sombrero de paja.
La mañana de un día de trilla era algo mágico. Íbamos los niños en tropel a la era, que parecíamos un enjambre de alborotados abejorros, sombreros con cintas de colores, faldas de vichy y viscosa de cuadros de flores, niños con los tirantes caídos y manzanas verdes, dentro del sombrero, que poníamos al abrigo del ameal de mies, los haces de centeno extendidos, las yuntas, los trillos dando vueltas para que la parva quebrara con el sol fuerte y la brisa suave y sofocante.
Pero la magia se acababa a las dos horas por el cansancio y el sol. Todo se volvía salir del trillo a beber agua, mirar a la montaña, esperar a que bajaran las madres con las viandas. De repente, se oía decir: “¡Ya brilla la piedra del mediodía!” y aparecían las mujeres con las cestas de comida para los que estaban trillando. Por eso, cuando brillaba el sol en la piedra, desaparecía el cansancio para dar paso al jolgorio renovado.
Yo le pregunté a mi padre en qué consistía el misterio y él me lo contó, liando un cigarrillo con su única mano: la piedra del mediodía era una pulida lancha grande de granito por cuya superficie se deslizaba el agua de una fuente cercana y, justo al medio día, hasta pasada la Virgen de Agosto, el sol hacía que brillara, durante unos minutos, al pasar por ella.

Todo tiene una explicación (lógica, ilógica, desconocida, oculta, manipulada), sólo la magia hace que tú no quieras entenderlo, buscando siempre encontrar en tu vida una piedra del mediodía para reposar tu cabeza, olvidarte de la adversa realidad, y dormir, volar, soñar … como una niña.

(La imagen no es la real, pero el paisaje es ligeramente parecido. Si un día consigo hacer la foto verdadera, la cambio).

Echando a andar.

Echando a andar.

Hola a todos.

Empiezo este diario con la ilusión de contar mis cosas a mi manera como las siento, como las recuerdo, como me parezca y como me apetezca. Espero que os interese, pero si no es así, ¡qué le vamos a hacer!, ¡no será mi problema!

Hasta pronto.

Ana Roncero.