El cielo y la tierra.
Acabo de oir al Papa y me ha dejado estupefacta. Ya había barruntado yo que, algún día, sus decisiones iban a resultar un auténtico cataclismo. No lo pensé dos veces, me puse el traje azul de las fiestas, busqué aquel misal antiguo con la misa en latín que tiene en el centro la estampa del fin del mundo y unas clavellinas azules del mes de mayo que ella acostumbraba a dejar secarse entre los libros, y me fui a visitar a mi tía Obdulia. Mientras caminaba, pensé que no llevaba el velo, pero me tranquilicé pensando que ahora no se le daba a eso tanta importancia. Cuando llegué, su cara apergaminada me mostró su mueca más incrédula y conspicua.
- ¿Sabes, tía, que el Papa ha dicho hace poco que ya no hay purgatorio, luego que ya no había limbo y que, hoy mismo, ha anunciado que tampoco existe el cielo? ¡Menos mal que bailé, reí y disfruté todo lo que pude sin seguir tus pasos ni tus sabios consejos! ¡Porque tú ahora, entonces, no sé dónde andarás! Así que adiós muy buenas, tía, y a mí ¡que me quiten lo "bailao"!
Dejé el misal, con la estampa del fin del mundo y las flores secas, encima de la lápida y me volví para seguir viviendo sin lacras, encantada de que fueran las propias palabras de un Papa las que me hubieran devuelto, ¡al fin!, la libertad.
Ana Roncero.
1 comentario
Dinosaurio -
Besos.