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LA PIEDRA DEL MEDIODÍA

Ánimas de otoño.

Ánimas de otoño.

http://www.gredos-norte.com/pueblos/hoyosdelespino/iglesia.html

El humo saliendo de todas las chimeneas en otoño, con olores inolvidables a diferentes leñas: piornos albares, roble, pino más claro, pino más oscuro ... haciendo dibujos dependiendo del aire que soplase: el del sur lo subía alto, el del norte lo pegaba a los tejados de las casas. Ya lo decían los abuelos, siempre sabios: "Alto lluvia, bajo nieve".
Ya llega la época del viento norte, en tocando las campanas de las ánimas ya se sabe: nieve viene. El alborozo infantil en esta estación otoñal, que en lo meteorológico rozaba el invierno, estaba asegurado. Esas ánimas benditas hacían bullir la alegría infantil, aunque entonces no hubiera hiperactividades ni zarandajas. Mientras los muchachos tocaban las campanas en la iglesia de arriba, a un  kilómetro del pueblo, y encendían hogueras, las muchachas padrenuestro va y padrenuestro viene para sacar almas del purgatorio al tiempo que recogíamos pequeñas piedras para hacer el recuento de las almas liberadas. Yo me imaginaba siempre a las ánimas con las manos abiertas hacia el cielo, creo que esa era la imagen de un cuadro que había en la iglesia de arriba. Las pocas que salían, se transformaban en unas grandes lágrimas flotando por el Universo. Me  hubiera gustado pensar que salvaba muchas pero dudo de que fuese tan fácil. Ellas estarían entretenidas llevando la cuenta, yo no sé cuántos padrenuestros necesitaban ni si salían de verdad, pero era un autentico maratón de padrenuestros, risas y piedras, entradas y salidas de la capilla de abajo, para desesperación del cura y de las beatas a los que no dejábamos rezar en paz.
Al anochecer asábamos las castañas en las hogueras con los muchachos y se contaban historias de aparecidos de muertos y de terror. Yo era muy miedosa y no volvía nunca sola por si las ánimas andaban sueltas o les faltaban padrenuestros, no me fueran a coger a mí del cuello.
Y así, poco a poco, día va, día viene, se volvían las nubes rosadas y densas, flores blancas y menudas salpicaban los prados, empezaba la mágica danza del invierno en ciernes mientras despacio, sin prisa, se sembraba la tierra de nieve.

Ana Roncero.

Campaña contra la pornografía infantil.

Campaña contra la pornografía infantil.

Huella Digital y Vagón-bar

Gracias, Hannah, por darnos a conocer esta otra lucha imprescindible.

Porque los niños son la luz de este universo,
el mal (enfermedad, oscuridad, atrocidad inhumana) quiere mancharles
constantemente.
Tenemos que impedirlo ...
como sea.

Ana Roncero.

Contra la pobreza, actúa.

Contra la pobreza, actúa.

Foto EFE/Mondelo

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/10/17/solidaridad/1224278620.html

http://www.pobrezacero.org

SEMANA CONTRA LA POBREZA

17 de Octubre, Día Mundial Contra la Pobreza

Acude a las concentraciones de tu ciudad

MANIFIESTO

What a Wonderful World. Louis Armstrong.

 I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself, what a wonderful world.

I see skies of blue and clouds of white
The bright blessed day, the dark sacred night
And I think to myself, what a wonderful world.

The colors of thr rainbow, so pretty in the sky
Are also on the faces of people going by
I see friends shakin' hands, sayin' "How do you do?"
They're really sayin "I love you".

I hear babies cryin', I watch them grow
They'll learn much more than I'll never know
And I think to myself, what a wonderful world
Yes, I think to myself, what a wonderful world.

(George Weiss & Bob Thiele)

Vueltas y más vueltas.

Vueltas y más vueltas.

Aquí encima vamos nosotros todo el tiempo.

Los que sintáis un poco de vértigo, como yo, no miréis mucho.

Ana Roncero.

Precaución, niños sueltos.

Precaución, niños sueltos.

http://www.macuarium.com/foro/index.php?act=ST&f=28&t=32875

Los niños son una especie en extinción en muchos países del mundo. Son las primeras víctimas de las guerras (ahora llamadas "conflictos armados"). Una de las muchas pruebas de esta afirmación está en la reciente y casi inadvertida noticia de que las tropas de EE.UU. han matado a unos 60 niños (otras veces dicen que 30) de un total de 90 civiles en Afganistan. Y no pasa nada. Ya, ni nos escandalizamos siquiera. Como si fuera lo más natural del mundo. Eso sin mencionar a los niños soldado.
http://www.20minutos.es/noticia/407247/0/matanza/civiles/afganistan/

Hemos rebasado extremos insoportables que soportamos tranquilamente. Ahora los niños valen menos que moscas en los "mercados internacionales". En un mundo en el que se ha invertido la pirámide de población y somos más ancianos (entre los que pronto me incluiré) que niños y jóvenes, el asesinato de niños por estos nuevos soldados sin honor y sin remordimientos, sumisos a los genocidas que los mandan, nos deja a todos fríos e impasibles, sumisos a los medios de comunicación que nos manipulan.
Va a ser un mundo inhumano. Ya lo es. Ya hace tiempo que lo viene siendo. ¡Total, mientras que no nos afecte!, ¡nos queda tan lejos! Pero, como siempre sucede, cuando nos llegue ya no habrá solución. Y lo peor es que nos lo habremos ganado a pulso nosotros solitos por no encarcelar a los asesinos.
¡No pasa nada! Mientras sigamos tomando cada dia nuestra dosis (cada vez mayor) de anestesia, ¡no pasa nada! A nosotros nos matan otras cosas "civilizadas", que es de lo que se trata.
Me resulta imposible entender cómo sobreviviremos matando, como lo están haciendo, a nuestro pasado (la madre Tierra) y a nuestro futuro: los niños. Pero, chico, ¡allá penas!

Ana Roncero.

Voy andando sola por la Castellana. Rosa León.

Voy andando sola por la Castellana. Rosa León.

Voy andando sola por la Castellana
en busca de algún sueño,
una nube pasa,
los árboles me cierran
el paso en el bulevar.
¡Maldita madrugada!
No te aguanto más.
Voy dejando huellas
de mi soledad.

La luna parda me mira,
sólo me cuenta mentiras,
dormitan las golondrinas
debajo de mi camisa,
hay algún perro que ladra
y una campana me llama.
Camino y siento en la espalda
clavarse miradas de gentes extrañas.

Voy andando sola por la Castellana
en busca de algún sueño,
una nube pasa,
los árboles me cierran
el paso en el bulevar.
¡Maldita madrugada!
No te aguanto más.
Voy dejando huellas
de mi soledad.

Todas las lunas son frías. Todo el amor es ceniza.
Tengo los huesos en ruinas.
Ya no me queda saliva.
¿Dónde estará el horizonte?
¿Dónde estará la salida?
Camino y siento en la espalda
clavarse miradas de gentes extrañas.

Voy andando sola por la Castellana
en busca de algún sueño,
una nube pasa,
los árboles me cierran
el paso en el bulevar.
¡Maldita madrugada!
No te aguanto más.
Voy dejando huellas
de mi soledad.

Autores: Victor Manuel y Javier Bergia
LP "Cuenta conmigo", 1996

Peces negros a la deriva.

Peces negros a la deriva.

http://www.20minutos.es

Mientras los “dioses del mundo” se reunían en el lejano Japón para dilucidar cómo mantenernos a raya a las masas de la Tierra, cenando en enormes mesas con diecinueve platos en el menú para decidir cuál sería el más exquisito, pero sobre todo el más caro, con cara de alelados ante la carta, morían en el mar y siguen muriendo de hambre y abrasados por el sol los desheredados de la Fortuna, cada vez más niños, jóvenes y mujeres.
Muere y sigue muriendo el futuro de tierras sin pan y sin futuro cuyos habitantes tienen que atravesar un desierto de mar para buscarse la vida y se encuentran con la muerte, para buscar el preciado maná que les niegan los democráticos gobiernos en connivencia con tiranos y despóticos reyezuelos y sultanes con palacios de las mil y una noches que utilizan para su placer personal en lugar de para crear riqueza mediante puestos de trabajo que desarrollen sus países para que no tengan que abandonarlos jugándose la vida.
¿Qué pescador encontrará en sus redes estos peces que le amargarán la faena? A la deriva, África se desangra lenta y dolorosamente ante nuestra mirada impasible, insensible e hipócrita sin que seamos capaces de hacer nada, salvo esbozar apenas un gesto de desagrado por la cena que nos fastidian.
¿Quién anotará sus nombres en una bitácora para recordar que un día fueron seres humanos llenos de vida, de sueños y, gracias a los poderosos, de hambre, de desesperación y, al fin, de muerte? Nadie. Seguiremos cooperando con los tiranos, como el rey de Marruecos y otros, para que les sigan mandando desde sus reinos a morir en el mar, previo pago desorbitado a las mafias de tratantes de carne humana que nadie detiene ni encarcela.
A quién corresponda, le digo: No somos los culpables, pero sí somos los responsables de que el mar se llene de peces negros a la deriva, que fueron antes seres humanos con unos bonitos derechos … inalcanzables.

Ana Roncero.

Rumalgas de Gredos.

Rumalgas de Gredos.

-Cuidado, don Miguel, no atraviese por la mitad del prado, que hay una trampalera y se mete usted en ella hasta la rodilla.
-Pero, ¿qué dices, muchacho? – miró socarronamente al muchacho – ¡Si la hierba es dura y no se ve nada!
-¡Bueno, bueno, allá usted! ¡Ustedes los de la capital no saben del campo! ¿Ve esas hierbas más oscuras y puntiagudas?, pues son juncos, debajo hay agua y cieno. Mejor, bordee usted por la orilla del prado.

No dijo nada don Miguel, pero bordeó. Llegaron junto al río, se sentaron en una piedra, los dos observando el agua, y prepararon las moscas y las cucharillas para la pesca. Aquel muchacho menudo, de ojos extremadamente verdes, era educado y parlanchín. Siempre acompañaba a don Miguel de pesca. Ya sabía el color de las moscas que le gustaba utilizar, los charcos donde había que usar cucharilla ...

-¡Si le dejaran usar lombriz, aquí usted se forraba a truchas! – otra vez la sonrisa bordeando la boca.
-Luis, coge tú la cesta y el morral. Vamos hasta la presa de Praomolino.
-Es pronto, don Miguel, ahora está sombría y no saltan. Yo me quedaría en la Presa del Ángel un rato y, de paso, recojo unas ramas de helecho para la cesta. Aunque a mí me gustan más las rumalgas frescas para el lecho de las truchas.
-Pero cállate un poco, hombre, que las indinas son muy listas y nos oyen.
-¿Usted cree?
-Sí, hijo, sí.

Callados recorrieron el río hasta mediodía y en los lanchares de la Gargantilla sacaron la merienda.

-¿Si gusta, don Miguel?
-¿Qué tienes tú?

Luis abrió su morral y en la fiambrera de porcelana vio una tortilla de escabeche, torreznos de jamón, un cuarto de hogaza de pan del que amasaba su madre envuelto en una servilleta de vichy verde y blanca, queso de cabra y una morcilla calabacera.

-Te lo cambio –dijo don Miguel.
-¡Quite usted, que a los pescadores les ponen una merienda mucho más buena en el Parador!

Hicieron el cambio. El pícaro de Luis se comió la tortilla de buen atún, el jamón, el queso, la naranjada, un plátano, la manzana de verde doncella y guardó lo de la tarde para dárselo a sus hermanos. “¡Qué hombre tan inocente!”, pensó el muchacho brillándole los ojos, verdes como la profundidad del río.

-Gracias, hijo – dijo don Miguel -. Hacía tiempo que no comía una merienda tan buena.
-De nada, don Miguel. ¡Con usted da gusto ir de pesca, parece de pueblo, como nosotros!
-Ay, hijo, es que yo soy del pueblo. Que no se te olvide.

Desde entonces, eran compañeros. Aparecía don Miguel, la madre de Luis preparaba la fiambrera y ya no hacía falta cambiar la merienda, porque el día de pesca de don Miguel Delibes  y Luis en el Tormes, era todo un rito.

Ana Roncero.

Publicado en El Cobaya nº 17 (primavera 2.008).

Amapolas y espigas. Pablo Guerrero, 1.969.

Amapolas y espigas. Pablo Guerrero, 1.969.

Mi novia de mañana va a vendimiar.
Con el sol en la cara que guapa está.
Con el sol en la cara está muy guapa
mi novia en la vendimia por las mañanas.

Yo estoy contigo, yo estoy contigo,
entre el sol y los vientos y los racimos.

Las ricas en el pueblo bordan su ajuar
en espera de un novio que no vendrá.
Tú vente al campo a vendimiar.
De amapolas y espigas te haré un collar.

Vente conmigo, vente conmigo.
Te espero entre los vientos y los racimos.

Mi novia de mañana va a vendimiar,
dentro de dos semanas se casará.
Dentro de dos semanas nos casaremos.
Para San Juan seguro que hijo tenemos.
Para San Juan seguro, tenemos hijo
que será campesino, como yo he sido.

Vente conmigo a vendimiar.
Con el sol en la cara, qué guapa estás.
Con el sol en la cara, que guapa estás.

Larosía.

Larosía.

http://agronomia.uchile.cl/centros/USEP/Granado/introduccion.htm

Abril caliente, seco, con el ardiente siroco rugiendo entre la arena, cegando los ojos de los habitantes de la hammada de Tinfuf. El siroco, implacable y cruel, inexorable, va levantando la arena como una ola que se junta con el cielo y ocupa todo y todo se ennegrece a su paso, todo lo arrasa, todo lo tumba, todo lo envuelve, todo se lo lleva, todo lo penetra, todo lo impregna, todo lo ensucia, todo lo mancha …  de arena, de minúsculas partículas que encenagan el alma, todo lo llena … de desolación.

Añorar las gotas de agua en alguna pradera repleta de escarcha, o el embravecido mar del Cantábrico inundando de espuma los malecones, era una utopía imposible.
Sólo las aterciopeladas pestañas de los saharauis mantenían diminutas y brillantes gotas de llanto, con sus recuerdos bien colocados, escondidos en los baúles de su esperanza de regresar.

Larosía soñaba despierta con tener un árbol al lado de la entrada de su jaima, para poder ver sus hojas perladas de rocío, disfrutar de su sombra, poder contar su historia a los niños … pero el siroco se encargaba de secarlo una y otra vez. Ni el agua, tan preciada y valiosa, ni las lágrimas derramadas, ni siquiera el olor de aquel agua del mar que Nune, la pequeña de la casa, llevó en una botella, curaron al árbol ni curaron las heridas del alma de Larosía.
Larosía tenía una casa con cocina, con habitaciones, con un pequeño huerto, cerca del mar. Vivía en una ciudad blanca y limpia con calles bien trazadas de la que un mal día, un genio de color gris acero, por orden de un malvado sultán, la expulsó. Y mucho más se debería decir. Y poco más se puede decir.

Me hubiera gustado terminar el cuento con otro genio, un genio bueno, un genio de la lámpara concediendo su deseo de llevarla de vuelta con los suyos a su huerto de Dajla, a su casa de Dajla, a su mar de Dajla, donde vivía como un ser humano antes de tener que partir al exilio atroz. Pero la caracola sólo consiguió traer la voz del mar, ahora lejano en la distancia y en el tiempo, un mar inalcanzable.

Lloramos juntas un buen rato. Esa noche soñé que donde habían caído nuestras lágrimas surgieron briznas de hierba fresca que atravesaban la arena calcinada.
Dibujé un árbol rodeado de hierba con flores blancas. Fui al diminuto huerto de Rabunni, traje una vara de un granado en flor, la planté a la entrada de la jaima, para que su fuerza hiciera sonreír a Larosía y colocamos la flor en una botella.

Aún no desespero que un día me llame para decirme: “Ana, ¿sabes qué milagro ha ocurrido?: el granado brotó”. Y como el milagro del granado, el milagro del regreso a su tierra.

Ana Roncero.

Canica.

Canica se quiere venir con nosotros a casa y nos persigue, pero no puede ser porque ya tenemos dos animales aquí y los conflictos serían insuperables y todos lo pasaríais mal. No puede ser, Canica, preciosa.

Pero lo que sí puede ser es que te baje comida todos los días y que os eche un ojo para que nadie os haga daño. Eso sí. De todos modos, aun con ciertas ventajas, debe de ser duro ser una gata callejera.

Ana Roncero.

Aquel corazón. Rosana Arbelo.

Yo soy quien te quiere, quien mas te ha querido,
quien dio ochenta vueltas al mundo contigo.
Yo soy tu otra parte, tu medio latido,
tu cuarto creciente, tu nido de amor.

Si tu no me quieres, alla tu contigo.
Si no me has querido, peor para vos.
Yo sigo queriendo donde nos quisimos,
donde dibujamos aquel corazón.

Dibujamos aquel corazón un verano en el río.
Dibujamos aquel corazón con tu nombre y el mio.
En invierno quisimos volver
y aprendí que la tiza no escribe en el frío.
Dibujamos aquel corazón
y el invierno ha dejado un borrón.
Es absurdo querer subrayar lo que borra el olvido.
De momento ... No voy a gastarme la vida contigo.

Me quedo el reinado de tus sentimientos.
Así te lo digo, así te lo cuento.
El medio, el principio y el fin de tus cuentos
se escribe con tinta de mi corazón.

Si tu no me quieres, alla tu contigo.
Si vas a olvidarme peor para vos.
Saber que quererse no obliga al suicidio,
no impide que acabes muriendo de amor.

Dibujamos aquel corazón un verano en el río.
Dibujamos aquel corazón con tu nombre y el mio.
En invierno quisimos volver
y aprendí que la tiza no escribe en el frío.
Dibujamos aquel corazón
y el invierno ha dejado un borrón.
Es absurdo querer subrayar lo que borra el olvido.
De momento ... No voy a gastarme la vida contigo.

Album: Magia

El cuento de la lechera. Samaniego/Paco Ibañez.

Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte
"¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!".

Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre le ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:

"Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío.

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino,
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino,
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevárelo al mercado,
sacaré de él sin duda buen dinero;
y compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña".

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera,
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre a su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro,
mira que ni el presente está seguro.

Avanzando.

Avanzando.

Por todas las mujeres asesinadas, por todas las mujeres violadas, torturadas, maltratadas, heridas, despreciadas, discriminadas. Por los trabajadores, y todos los demás, asesinados por ETA o por cualquier otro terrorismo del tipo que sea. Por todos los niños y ancianos asesinados, maltratados y abandonados. Por todos los seres vivos asesinados, torturados y abandonados ...
Tenemos que seguir luchando ... mientras podamos.

Ana Roncero.

Yo voy soñando caminos. Antonio Machado.

Yo voy soñando caminos. Antonio Machado.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿A dónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero ...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión,
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazón".

Y todo el campo, un momento,
se queda mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
¡quién te pudiera sentir
en el corazón clavada!".

Nicolás.

Nicolás.

Campo arado, Vincent Van Gogh, 1.888.
http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/cuadros/5777.htm


Llevaba días mirando al cielo, su mujer le decía que ya estaba en su nube, cuando Nicolás Martín decidió que no podía esperar más para alzar sus tierras y sembrar el centeno porque las tierras en barbecho necesitaban respirar unos días antes de la siembra.

-Esperanza, mañana vamos a la heredad de Los Ribazos, preparo la yunta, el carro y el arado y, como siempre, tú y los niños os venís conmigo.
-Pero, Nicolás, si no ha caído una gota de agua. ¡Eso no hay quién lo levante!
-¡Deja, deja, cuanto más tarde, peor, y en cayendo los Santos, nieva!

De buena mañana, enganchó la yunta, preparó el carro con el arado y Esperanza cogió el puchero para la comida. Había poco en el fondo de la olla de la cachuela: unas costillas y algo de lomo. El chiquitín con la teta y un poco de panatela y los otros dos comiendo lo que ellos, se apañaban. Con el pequeño a cuestas y los niños colgando de sus faldas, se pusieron en marcha.
Nicolás encendió una lumbre junto al peñasco, a resguardo del aire, dejó su capote donde Esperanza acurrucaba al niño, y preparó el arado. A pesar de que la reja estaba bien cuidada, tardó en romper los primeros terrones para empezar la labor, pero arrancó.

Era Nicolás tozudo, como buen castellano, aunque también tenía buena yunta: Clavellina y Morena se llamaban sus vacas. Anaranjada Clavellina, dulce con la mirada dócil, fácil de ordeñar un cuartillo de leche para la panatela del niño. Morena era un poco torvisca, tenía mal genio, pero todavía le encantaban los niños. Contaba Nicolás cómo, cuando la compró en la feria del Barco, llegó a casa con ella, quiso ponerla el campanillo de la Sevillana y no hubo manera. Daba cabezazos y patadas a diestro y siniestro y amenazaba con cocear a todos los hombres que se atrevían a intentarlo. En esto, llegó la niña de ocho años y, con gran susto de Esperanza, mientras comía Morena, Isabel la acarició el frontal, pasó la correa por el pescuezo de la vaca y apretó la hebilla. Morena ni se movió. A partir de entonces, la niña cogía la cola de la vaca y saltaba por encima de ella, jugando. Nicolás se sentía muy ufano de su niña, melosona y dulce que siempre la tenía tirando de sus perneras.

Y siguió arando y arando, con la reja y la yunta, aquella tierra dura, seca y pobre como si le fuera la vida en ello, sin apenas descanso, hasta que aró la media fanega mientras tarareaba bajito una canción muy vieja, heredada de sus padres, de cuando las fiestas. La labró, la alzó la levantó y la surcó para luego sembrarla, unos días después, como él sabía hacer, como había aprendido, como lo había hecho siempre, como si le fuera la vida en ello. Y es que le iba. Y es que le fue, a su tiempo.
Luego, sin apenas luz, se volvieron al pueblo.


Era Nicolás el mejor arado de la Sierra, el más dulce con su mujer, el mejor narrador de cuentos a sus hijos. Orgulloso de ser castellano, con su capote al aire y su mirada recta, fue siempre Nicolás un hombre libre y honrado: un castellano viejo y bueno.

Ana Roncero.

Pido la paz y la palabra. Blas de Otero.

Pido la paz y la palabra. Blas de Otero.

http://www.biografica.info


Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.

A pulso.

A pulso.

Os deseo lo mejor para el año que viene
y muy especialmente
a quienes
se lo hayan ganado a pulso.

Ana.

Siberias nevadas.

Siberias nevadas.

Mañana a las 7:30 en el café Comercial, con el Informaciones debajo del brazo.

Llego apurada, entro corriendo buscando al compañero de cita. En cinco mesas, varias personas de diferentes edades tienen el diario de marras: unos lo están leyendo, otros lo tienen doblado junto a la taza de café. ¿Quién será el (maldito) contacto entre tantos posibles? ¿Qué hago? ¿A quién me dirijo? ¿Mira que si piensan que estoy loca?
De modo que se me ocurre una idea: me acerco hasta el mostrador y, con voz fuerte y destemplada por lo intempestivo de la hora, le digo al camarero:

-¡Las montañas tienen poca nieve este año!

Como si se hubiera disparado un resorte oculto en alguna parte, todos los ojos, incluido el del camarero, se clavan en mí con cara de perplejidad, lástima y preocupación por la pobre loca del poncho verde y marrón que alborotaba a aquellas horas de la madrugada.

-¡Pobrecilla, tan joven! – era el pensamiento que se refleja en las desoladas expresiones de sus rostros, todos sospechosos.

Antes de que alguien reaccione salgo, escopetada, a la calle y enfilo hacia el drugstore de Fuencarral donde me siento en una mesa y pido un café guardando el Informaciones debajo del poncho mientras maldigo al responsable de célula (¡valiente cretino!) al que se le ha ocurrido la … puñetera consigna.
Aún no he empezado el café, cuando alguien a mi lado me susurra:

-Sólo en Siberia dura todo el año.
-¡Maldita sea tu estampa y la del … guionista! – le grito, dando un bote, sin poder contenerme hasta que casi se cae de culo en la silla de enfrente a la mía.
-Cálmate, mujer, cálmate, es que llegué tarde y te oí cuando estaba entrando al Comercial. Si casi me atropellas de lo cabreada que salías …

¡Ay, Señor, Señor …! ¡Aquello eran contraseñas y no las de Internet! Las consignas de las citas de la clandestinidad deberían figurar en el Museo del Absurdo a pesar de que, desde luego, dan mil vueltas a los guionistas actuales. Pero entonces, cuando nos jugábamos el físico … ¡maldita la gracia que nos hacían!

Ana Roncero.